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SURGIMIENTO DE UNA NUEVA ARQUITECTURA EN CHICAGO

1.1 Presentación del tema y objetivos del trabajo

El presente trabajo se centra en el surgimiento de una nueva tipología arquitectónica en altura desarrollada en la ciudad de Chicago hacia fines del siglo XIX. Este fenómeno marcó un punto de inflexión en la historia de la arquitectura moderna: el nacimiento del edificio en altura o skyscraper, como respuesta directa a las transformaciones técnicas e industriales de la época.

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El objetivo principal es analizar cómo las innovaciones tecnológicas, particularmente la estructura metálica, el ascensor y la fachada liviana, dieron origen a un nuevo modo de concebir el espacio urbano. A su vez, se estudia el papel de Louis Sullivan y la Escuela de Chicago como protagonistas de este proceso de modernización arquitectónica.

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Como señala Kenneth Frampton, la experiencia de Chicago representa “la primera tentativa coherente de formular una arquitectura moderna apoyada en los medios de producción industrial(1980) Historia crítica de la arquitectura moderna, p. 51. En este sentido, el trabajo busca mostrar que la tipología en altura no fue solo un avance técnico, sino una transformación cultural que redefinió la relación entre arquitectura, ciudad y modernidad.

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Mapa Chicago 1872 de la ciudad de Chicago tal como era antes de la gran conflagración

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Destrucción de Chicago por el incendio, octubre de 1871

1.2 Desarrollo industrial y nuevas tecnologías constructivas

La Revolución Industrial transformó profundamente los modos de producción, transporte y construcción en el siglo XIX, generando un cambio radical en la forma de concebir la arquitectura. En Estados Unidos, este proceso tuvo una de sus manifestaciones más notables en la ciudad de Chicago, que hacia 1870 se consolidaba como centro económico, industrial y logístico del país.

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La ubicación estratégica de Chicago, entre los Grandes Lagos y el río Mississippi, la convirtió en un nodo de intercambio ferroviario y fluvial. Esta posición privilegiada facilitó el comercio de granos, carne y manufacturas, atrayendo capitales e industrias metalúrgicas y madereras. Según Kenneth Frampton, “la concentración de la producción industrial en el Medio Oeste norteamericano generó una nueva escala urbana, en la que el edificio comenzó a responder a lógicas económicas antes que a tradiciones formales(1980) Historia crítica de la arquitectura moderna, p. 47.

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El crecimiento acelerado de la ciudad, sumado al incendio de 1871, impulsó una reconstrucción basada en materiales duraderos y sistemas rápidos de montaje. En este contexto, la industria del hierro y del acero tuvo un rol determinante. Las nuevas técnicas de laminado y fundición permitieron crear estructuras metálicas capaces de soportar mayores cargas sin necesidad de muros portantes, liberando así la planta y posibilitando el edificio en altura.

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Sigfried Giedion señala que “la técnica del hierro no solo cambió el modo de construir, sino también el modo de pensar la arquitectura” (1941) Espacio, tiempo y arquitectura, p. 140. El sistema estructural metálico se convirtió en el verdadero generador formal del edificio moderno, desplazando la ornamentación como principio compositivo dominante.

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Asimismo, la industrialización introdujo el concepto de prefabricación y seriación, aplicados a columnas, vigas, carpinterías y revestimientos, lo que redujo costos y tiempos de obra. Luciano Patetta interpreta este fenómeno como “el paso de la construcción artesanal a una arquitectura regida por la lógica de la producción industrial, donde la eficiencia técnica se convierte en valor estético” (1990) Historia de la arquitectura: antología crítica, p. 286.

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Estructura metálica en construcción, Chicago, ca. 1890. La introducción del esqueleto de acero permitió liberar las fachadas portantes y alcanzar mayores alturas, marcando el inicio del edificio moderno.

Otro avance decisivo fue el ascensor de seguridad de Elisha Otis (1853), que hizo funcional la verticalidad al permitir el acceso rápido a los pisos superiores. Junto con las innovaciones estructurales y la densificación urbana, este invento consolidó el nacimiento de una nueva tipología edilicia: el rascacielos, símbolo de la modernidad industrial.

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En síntesis, Chicago se convirtió en el epicentro de la arquitectura moderna porque reunió simultáneamente las condiciones económicas, industriales, técnicas y sociales necesarias para producir una transformación tipológica. Allí, la tecnología dejó de ser un medio auxiliar y se transformó en principio generador de la forma arquitectónica, abriendo el camino hacia la modernidad.

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Ascensor de seguridad por Elisha Otis en 1853 fue tan fundamental como la estructura de acero para permitir la escala vertical de los rascacielos y el surgimiento de la Escuela de Chicago.

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Vista aérea parcial del centro de Chicago (Loop), de la guía de la ciudad publicada en 1893 por Rand, McNally & Co’s

1.3 Reconstrucción tras el incendio de 1871

El Gran Incendio de Chicago, ocurrido entre el 8 y el 10 de octubre de 1871, destruyó más de 17.000 edificios y dejó sin hogar a casi un tercio de la población. Aunque la catástrofe fue devastadora, se convirtió en el detonante de una renovación urbana y tecnológica sin precedentes, que transformó a la ciudad en el principal laboratorio de la arquitectura moderna.

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La magnitud del desastre obligó a repensar las técnicas constructivas y los materiales utilizados. La mayoría de las edificaciones previas al incendio eran de madera, un recurso abundante en la región pero altamente inflamable. En la reconstrucción, se impuso la necesidad de emplear materiales más resistentes al fuego, como el hierro, el acero y la piedra, inaugurando una nueva era técnica y conceptual.

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Las Cenizas de la Modernidad (Chicago, 1871). Vista de las ruinas dejadas por el Gran Incendio de Chicago. La catástrofe, que destruyó la mayor parte del centro, obligó a una reconstrucción acelerada.

Según Sigfried Giedion, “Chicago encarnó la posibilidad de comenzar desde cero, de aplicar sin prejuicios los avances de la ingeniería al arte de construir” (1941) Espacio, tiempo y arquitectura, p. 132. La ciudad se convirtió, entonces, en un terreno experimental donde arquitectos e ingenieros podían ensayar nuevas soluciones estructurales, impulsadas tanto por la urgencia práctica como por el optimismo industrial de la época.

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El rápido crecimiento económico posterior al incendio, favorecido por el ferrocarril y la concentración de industrias metalúrgicas, demandó una enorme cantidad de edificios de oficinas, bancos, depósitos y comercios. La escasez de suelo en el centro urbano incentivó la búsqueda de mayor densidad en altura, dando origen a las primeras experiencias con estructuras metálicas autoportantes.

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Kenneth Frampton señala que “la reconstrucción de Chicago marcó el inicio de una nueva síntesis entre técnica y forma, en la que la estructura metálica se convirtió en el lenguaje expresivo de una ciudad que se levantaba sobre sus propias ruinas” (1980) Historia crítica de la arquitectura moderna, p. 51. Así, la arquitectura se vinculó directamente con la lógica de la producción industrial, adoptando la eficiencia técnica como valor estético.

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Luciano Patetta dice que “La reconstrucción de Chicago no fue una simple reposición material, sino la invención de un nuevo tipo de edificio adaptado a la ciudad moderna, donde el progreso técnico se funde con la idea de renovación social” (1990) Historia de la arquitectura: antología crítica, p 292.

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Vista del centro de Chicago tras el Gran Incendio de 1871. La destrucción casi total de la ciudad impulsó un proceso de reconstrucción que dio origen a las primeras innovaciones estructurales en acero y al surgimiento de la Escuela de Chicago.

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La edición del 11 de octubre de 1871 del Chicago Tribune, después del Gran Incendio de Chicago.

1.4 Transformaciones urbanas y sociales

La ciudad, impulsada por el crecimiento industrial y la concentración de capitales, se convirtió en un modelo de metrópolis moderna, caracterizada por la densidad, la verticalidad y el dinamismo del espacio público.

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El nuevo tejido urbano respondió a las necesidades del capitalismo industrial: oficinas, bancos, fábricas y comercios se agruparon en el centro, mientras las áreas residenciales se expandieron hacia la periferia. Este proceso generó una clara diferenciación funcional del territorio, que modificó los modos de habitar y trabajar. Según Carl W. Condit, “el renacimiento de Chicago fue más que una reconstrucción: fue la creación de una nueva forma de ciudad que reflejaba el espíritu del capitalismo industrial y la organización racional del espacio” (1964) The Chicago School of Architecture, p. 23. Estas transformaciones urbanas tuvieron un fuerte impacto social. La consolidación de una nueva clase media urbana, vinculada al comercio, las finanzas y los servicios, generó una demanda de espacios administrativos, de ocio y de vivienda más eficientes.

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El paisaje urbano se transformó radicalmente. Los nuevos rascacielos, con su ritmo vertical y repetitivo, configuraron una estética del progreso que simbolizaba el poder del capital y la confianza en la tecnología. Reyner Banham sostiene que “la modernidad urbana no puede entenderse sin la exaltación visual del aparato técnico; en Chicago, la estructura se convirtió en emblema cultural tanto como en solución constructiva” (1960-Theory and Design in the First Machine Age, p. 112.

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La ciudad industrial se convirtió en símbolo de un nuevo orden social y espacial, en el que la técnica, el trabajo y la forma arquitectónica se integraron bajo un mismo ideal de progreso.

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LA ESCUELA DE CHICAGO Y LA BÚSQUEDA DE UNA ARQUITECTURA MODERNA

Plano Chicago en 1871 con casi 300.000 habitantes. En rojo la parte de la ciudad que ardió.

Plano Chicago en 1834 con 300 habitantes.

2.1 Orígenes y principales representantes

La Escuela de Chicago no puede entenderse simplemente como un fenómeno constructivo, sino como una manifestación cultural que definió una nueva manera de pensar la arquitectura en el contexto de la modernidad industrial norteamericana. Más que una escuela formal, fue un modo de hacer arquitectura, una convergencia entre ingenieros, arquitectos, empresarios y técnicos que compartían una misma actitud frente al cambio tecnológico y al crecimiento urbano. Este modelo colectivo de producción arquitectónica sustituyó la imagen romántica del arquitecto-artista por la del profesional técnico, figura esencial en la cultura moderna. William Le Baron Jenney, Louis Sullivan, Dankmar Adler, John Wellborn Root, Daniel Burnham, y el estudio Holabird & Roche fueron los principales protagonistas de esta renovación arquitectónica. Un aspecto clave fue el espíritu pragmático y empírico que definió a esta generación. Frente al academicismo europeo, los arquitectos de Chicago trabajaban desde la experiencia directa del material, el cálculo y la función. En palabras de Kenneth Frampton, “estos arquitectos reemplazaron el lenguaje compositivo clásico por una lógica estructural y constructiva derivada de la nueva realidad industrial” (1980) Historia crítica de la arquitectura moderna, p. 61.

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La reconstrucción de la ciudad fue además un proceso colectivo. Chicago no solo era un centro de producción material, sino también de conocimiento técnico. Los arquitectos colaboraban estrechamente con ingenieros y contratistas, generando un ecosistema profesional donde las decisiones estructurales y formales se integraban.

Robert Bruegmann sostenía que “en Chicago, la innovación arquitectónica no fue producto de un genio individual, sino de un sistema urbano basado en la cooperación técnica y económica”. (1977) The Architects and the City, p. 25.

Esta conjunción dio lugar a un nuevo paradigma arquitectónico, donde la forma ya no derivaba del ornamento o la tradición, sino de la estructura, el material y la función.

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William Le Baron Jenney

Louis Sullivan

Dankmar Adler

John Wellborn

2.2 Innovaciones estructurales: acero, ascensor y curtain wall

La Escuela de Chicago se distingue por haber introducido innovaciones que transformaron radicalmente la arquitectura urbana de finales del siglo XIX. Entre estas, destacan el uso del acero estructural, la implementación del ascensor de seguridad y el desarrollo de la fachada ligera o curtain wall.

El acero estructural permitió reemplazar los muros portantes de ladrillo por estructuras metálicas capaces de soportar grandes cargas, lo que posibilitó la construcción de edificios de mayor altura sin la aplicación de muros gruesos. Además, la utilización del acero introdujo una modularidad interna que facilitaba reorganizaciones espaciales sin comprometer la estabilidad del edificio.

La incorporación del ascensor de seguridad, desarrollado por Otis en 1853, fue un elemento indispensable para la verticalización de la ciudad. Antes de su uso generalizado, los pisos altos eran poco atractivos para los habitantes y comerciantes, pero su implementación permitió que los edificios altos fueran funcionales y habitables, transformando el paisaje urbano de Chicago y consolidando la lógica del rascacielos.

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Por último, la invención del curtain wall, o fachada no portante, permitió que las paredes exteriores dejaran de cumplir funciones estructurales, convirtiéndose en elementos ligeros y flexibles. Esto facilitó la incorporación de grandes ventanales, mejoró la iluminación natural y permitió una expresión ornamental más libre en la fachada.

En conjunto, estas innovaciones estructurales consolidaron la Escuela de Chicago como un referente en la arquitectura moderna, al permitir la construcción de rascacielos más altos, luminosos y funcionales.

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2.3 El edificio en escala como tipología del proceso

El origen del rascacielos. Informe del Comité designado por los fideicomisarios del patrimonio de Marshall Field para el examen de la estructura del edificio de Home Insurance.

Obreros trabajando en un edificio con estructura metálica.

La Escuela de Chicago no solo introdujo innovaciones técnicas, sino que también promovió un enfoque tipológico del edificio, donde la estructura y la función determinan la forma y la escala del proyecto. Este enfoque permitió que los edificios se concibieran como entidades completas, pero modulares, facilitando la repetición y adaptación de soluciones constructivas a distintos programas y terrenos urbanos.

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En este contexto, el rascacielos se consolida como tipología urbana y constructiva: la estructura de acero actúa como un esqueleto flexible, mientras que la fachada, ya liberada de su función portante, permite variaciones formales y adaptaciones a distintos usos. La combinación de estos elementos produce un edificio que es a la vez funcional y representativo, capaz de adaptarse a las necesidades de oficinas, comercios o viviendas, sin perder unidad tipológica.

Los rascacielos comenzaron a configurar una imagen de ciudad moderna, capaz de reflejar la pujanza comercial y la capacidad técnica de Chicago frente al mundo. La escala vertical del edificio se convirtió en un símbolo de competitividad y de orgullo urbano, una demostración tangible de que la ciudad había superado la catástrofe del incendio y se proyectaba hacia el futuro. La altura ya no respondía únicamente a una necesidad funcional, sino también a una aspiración colectiva, una forma de representar el espíritu industrial y la potencia económica de una nueva sociedad metropolitana.

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El edificio en escala no fue simplemente una respuesta a las limitaciones del suelo urbano, sino una manifestación simbólica del poder y del progreso.

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LOUIS SULLIVAN: LA FORMULACIÓN DE UNA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA EN ESTADOS UNIDOS

State Street, Chicago, ILL.

3.1 Formación, pensamientos teóricos y principios estéticos

Louis Henry Sullivan (1856–1924) fue una de las figuras fundamentales en la consolidación del pensamiento arquitectónico moderno dentro de la Escuela de Chicago. Su formación y su teoría estética marcaron un punto de inflexión entre la tradición académica europea y una nueva forma de entender la arquitectura, vinculada a los valores de la modernidad, la técnica y la función.

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Sullivan se formó en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y posteriormente en la École des Beaux-Arts de París, donde adquirió un conocimiento profundo sobre los principios del clasicismo y la composición formal. Al regresar a Chicago, Sullivan se integró al estudio de Dankmar Adler, donde desarrolló una arquitectura que buscaba expresar la esencia estructural y funcional de los nuevos edificios de gran altura. Según Condit, Sullivan comprendió que el rascacielos debía “expresar su verticalidad como manifestación directa de su sistema estructural"(1964), marcando un quiebre con las imitaciones estilísticas europeas. En este sentido, su pensamiento se apoyaba en una visión orgánica de la forma, entendiendo al edificio como un organismo en el que cada parte debía responder a una necesidad funcional.

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En su pensamiento teórico, también se advierte una fuerte dimensión filosófica y simbólica. Según Banham, Sullivan fue uno de los primeros en otorgar a la arquitectura moderna una base conceptual coherente, en la que la técnica no se oponía al arte, sino que lo potenciaba (1960). Este ideal de síntesis entre racionalidad e inspiración natural se observa en su concepción del edificio como un “ser vivo”, en el que la estructura es el esqueleto y el ornamento, la piel.

 

En términos estéticos, Sullivan desarrolló un lenguaje ornamental propio, basado en motivos vegetales y patrones geométricos derivados de la naturaleza. Giedion sostenía que “Sullivan abrió la posibilidad de una arquitectura verdaderamente moderna al descubrir en la técnica una fuente de emoción estética”. (1941) Giedion, Espacio, tiempo y arquitectura, 1941, p. 278.

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Su célebre principio “form follows function”, formulado en su ensayo The Tall Office Building Artistically Considered (1896), sintetiza su posición frente a la modernidad: la forma debía emerger de la función y de la lógica constructiva, no de la ornamentación aplicada. En su ensayo el autor afirma que “toda forma surge de una necesidad interna y crece desde adentro hacia afuera, obedeciendo a una ley de naturaleza”(1896)The Tall Office Building Artistically Considered p. 408. Sigfried Giedion interpreta esta postura como un intento de “dar a la nueva técnica del acero un lenguaje arquitectónico propio, sin recurrir a la imitación de estilos pasados” (1941) Espacio, tiempo y arquitectura, p. 274.

3.2 El concepto Form follows function (técnica, función y estética)

El principio “Form follows function” constituye una de las formulaciones más emblemáticas del pensamiento arquitectónico moderno. Atribuido a Louis Sullivan, este enunciado no debe entenderse como una simple expresión funcionalista, sino como el resultado de una concepción orgánica del edificio, donde la forma emerge de la naturaleza interna de la función y no de la imposición de un estilo. Tal como escribe el propio Sullivan: “Toda forma verdadera crece a partir de dentro hacia afuera y obedece a la ley de la vida” (1896) The Tall Office Building Artistically Considered, p. 408. En esta afirmación se encuentra el núcleo de su pensamiento estético: la arquitectura como organismo vivo.

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El acero, las nuevas tecnologías de construcción y los espacios verticales del edificio de oficinas conforman para Sullivan no solo una innovación material, sino también un lenguaje expresivo acorde con la era industrial. No obstante, reducir la fórmula form follows function a una mera equivalencia entre forma y utilidad sería un error. Kenneth Frampton advierte que “el pensamiento de Sullivan se encuentra más cerca de una visión orgánica que de un determinismo técnico; la forma no sigue a la función en sentido mecánico, sino que brota de ella como una necesidad vital” (1980) Historia crítica de la arquitectura moderna, p. 66. Esta lectura permite distinguir a Sullivan del funcionalismo racionalista posterior, especialmente del promovido por el Movimiento Moderno europeo, que tendería a interpretar su lema de manera más literal y despojada de contenido simbólico.

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La función adquiere, así, un carácter orgánico y evolutivo. No se trata de una fórmula estática, sino de un proceso en el que la forma crece junto con la función, adaptándose a las condiciones materiales y sociales del tiempo. El lema form follows function, reinterpretado a lo largo del siglo XX, fue muchas veces despojado de la riqueza teórica original de Sullivan. El funcionalismo moderno europeo transformó su sentido poético en un principio técnico, conduciendo a una lectura simplificada en la que la forma se convierte en mera consecuencia del uso.

“Form follows function” trasciende su aparente simplicidad para convertirse en un manifiesto sobre la unidad entre técnica, arte y vida. En él se condensa la aspiración de Sullivan a construir una arquitectura verdaderamente moderna, que exprese la esencia de su tiempo sin renunciar a la dimensión humana y poética.

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ANÁLISIS DE OBRAS SELECCIONADAS DE SULLIVAN

Esquema compositivo del edificio de oficinas según Louis Sullivan (1896) con la división de la base, fueste y coronamiento. 

El recorrido entre el Auditorium Building, el Wainwright Building y el Guaranty Building permite comprender la progresiva consolidación del pensamiento de Louis Sullivan en torno a la relación entre forma, función y estética. En estas tres obras, la arquitectura se configura como un organismo vivo, donde cada parte responde a una lógica estructural, programática y simbólica que se traduce en la forma visible del edificio.

4.1 Auditorium building (1889)

El recorrido entre el Auditorium Building, el Wainwright Building y el Guaranty Building permite comprender la progresiva consolidación del pensamiento de Louis Sullivan en torno a la relación entre forma, función y estética. En estas tres obras, la arquitectura se configura como un organismo vivo, donde cada parte responde a una lógica estructural, programática y simbólica que se traduce en la forma visible del edificio.

En el Auditorium Building de Chicago, Sullivan, junto con Dankmar Adler, materializa un proyecto de gran complejidad funcional que reúne un teatro, un hotel y oficinas. Tal como señala Carl W. Condit, este edificio “constituye una síntesis entre las aspiraciones monumentales del siglo XIX y las primeras formas de la arquitectura moderna americana” (1964) The Chicago School of Architecture, p. 69. La forma masiva del conjunto refleja aún una voluntad de monumentalidad heredada del clasicismo, pero comienza a reflejarse la búsqueda sullivaniana de unidad orgánica.

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Sigfried Giedion interpreta esta etapa como un momento de transición: “En el Auditorium Building la estructura se oculta todavía tras la masa, pero el pensamiento funcional ya ha penetrado en el diseño” (1941) Espacio, tiempo y arquitectura, p. 275. En este sentido, el edificio articula la idea de que la forma debe nacer del programa: el bloque de auditorios domina la composición, mientras las torres laterales y las oficinas responden a su función específica, manifestando en el exterior la jerarquía interna.

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Luciano Patetta, al referirse a la Escuela de Chicago, subraya que “la búsqueda de una correspondencia entre función y expresión arquitectónica encuentra en Sullivan su primera formulación consciente” (1978) Historia de la arquitectura: antología crítica, p. 320. En el Auditorium, esa correspondencia aún convive con una estética historicista, pero la estructura metálica y el uso del espacio ya anticipan un cambio de paradigma. La ornamentación, aunque abundante, comienza a responder a una lógica de integración y no de adición superficial.

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Corte y planta del Auditorium Building donde se puede ver que el bloque de auditorio domina la composición manifestando la jerarquía interna de este espacio.

El Auditorium Building representa una etapa de transición entre la arquitectura de mampostería tradicional y el futuro esqueleto metálico de los rascacielos. Si bien no utiliza completamente la estructura de acero, ya que combina muros de carga exteriores con estructura interna metálica, su construcción marca un punto de inflexión hacia una nueva racionalidad estructural.

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Adler y Sullivan incorporaron avances técnicos significativos: el uso de cimientos flotantes, el sistema de estructura mixta, la inclusión de ascensores hidráulicos, ventilación mecánica y un auditorio con acústica avanzada. La resolución estructural permitió una nueva libertad espacial. Los pisos superiores se destinaron al hotel y oficinas, sostenidos por una grilla racional, mientras el volumen inferior alojó la gran sala de espectáculos, con una capacidad de más de 4.000 espectadores. La integración de sistemas técnicos dentro de una envolvente formal unificada anticipa la noción moderna de edificio como organismo complejo.

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La atención a la función también se expresa en la manera en que los espacios fueron diseñados para el confort y la experiencia del usuario. Las circulaciones se resuelven con claridad, los accesos son jerárquicos pero fluidos, y la transición entre los ámbitos públicos y privados se realiza mediante cambios en la escala y la luz.

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Imagen real del interior del Auditorium Building

4.2 Wainwright Building (1891)

Sullivan define un lenguaje radicalmente nuevo para el edificio en altura. La composición tripartita del edificio, base, fuste y coronamiento, constituye lo que Reyner Banham denomina “la primera expresión coherente de una estética de la verticalidad” (1978) Teoría y diseño en la primera era de la máquina, p. 119. Aquí, la forma deja de ser resultado de la masa y se convierte en una manifestación directa de la estructura y la función interior.

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Sullivan explica su propio principio en The Tall Office Building Artistically Considered (1896): “La forma siempre sigue a la función. Esta es la ley.” En el Wainwright, esa ley se hace visible. La estructura de acero permite liberar la fachada, y Sullivan la utiliza como un plano expresivo donde las líneas verticales enfatizan el crecimiento ascendente.

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La planta del edificio se organiza a partir de una retícula estructural regular, que permite una distribución libre de oficinas alrededor de un núcleo de circulación vertical. Esta racionalidad constructiva se complementa con la incorporación de ascensores eléctricos, tecnología relativamente nueva en ese momento, que hacen viable la expansión vertical del programa.

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​​Cada nivel del programa tiene un rol claro dentro del conjunto: los espacios comerciales en la planta baja, las oficinas en los pisos intermedios y los servicios mecánicos en la coronación.

En términos materiales, la estructura metálica se reviste con terracota y ladrillo rojo, materiales que aportan textura y calidez visual. La ornamentación deja de ser un adorno aplicado y se convierte en un recurso orgánico, que acompaña y refuerza el impulso estructural.

Kenneth Frampton interpreta este gesto como el nacimiento de una “poética de la estructura” donde la técnica no se oculta, sino que se eleva a condición estética (1981) Historia crítica de la arquitectura moderna, p. 52-53. El Wainwright no imita formas clásicas ni medievales. Se basa en la lógica propia del rascacielos, en la repetición modular de los espacios de oficina y en la expresión rítmica de esa repetición en la fachada.

Planta tipo y la sección detalla la estructura vertical de la torre, incluyendo el núcleo de circulación

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Detalle de la fachada como punto de estética

4.3 Guaranty Building (1895)

El Guaranty Building en Buffalo constituye la culminación del pensamiento de Sullivan. Si en el Wainwright había logrado expresar la estructura, acá la lleva al plano simbólico y orgánico. El revestimiento de terracota, ricamente ornamentado con motivos vegetales, no es una decoración aplicada sino una piel viva que traduce visualmente el dinamismo interno del edificio. Sullivan escribe: “La arquitectura es la poesía de la estructura; el ornamento, su voz” (1896) The Tall Office Building Artistically Considered, p.407-408.

Frampton interpreta este edificio como el momento en que la forma arquitectónica “alcanza la coherencia orgánica que la modernidad perseguirá durante todo el siglo XX” (1981) Historia crítica de la arquitectura moderna, p. 55. Estructura, programa y expresión se funden en una totalidad inseparable.

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Su estructura metálica completa, visible en la organización de las fachadas, le permitió alcanzar los doce pisos de altura con una libertad formal desconocida hasta entonces. La eliminación de los muros portantes transformó la relación entre interior y exterior: la fachada ya no debía soportar peso, sino expresar la modulación estructural interna.

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Sullivan aprovecha esta posibilidad para articular una envolvente continua, donde cada columna de acero se corresponde con un eje vertical visible en la fachada. De este modo, el orden técnico se convierte en orden compositivo.

Desde el punto de vista tecnológico, el edificio también incorporó los avances más recientes de su tiempo: ascensores eléctricos, sistemas de ventilación y calefacción, estructura ignífuga y un núcleo de servicios racionalmente dispuesto.

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La función del Guaranty Building responde al modelo del oficce building maduro: plantas regulares, núcleos verticales eficientes y espacios interiores iluminados naturalmente. Sin embargo, Sullivan logra trascender la mera funcionalidad para construir una lógica simbólica: la estructura jerárquica del edificio expresa visualmente su organización interna.

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La planta baja, abierta y transparente, alberga los accesos y locales comerciales, generando un vínculo directo con el espacio urbano. Los niveles intermedios, destinados a oficinas, se repiten con precisión rítmica, mientras que el coronamiento aloja las instalaciones mecánicas y de mantenimiento.

Panta del Guaranty Building refleja una organización funcional clara, centrada en la circulación y la iluminación natural.

Detalle de la fachada como punto de estética

Luciano Patetta sostiene que el aporte de Sullivan radica en haber comprendido la arquitectura no como imitación de la naturaleza, sino como manifestación de sus leyes de crecimiento. El Guaranty encarna esa idea. Su ornamentación vegetal no busca decorar, sino revelar la lógica vital que subyace a la estructura. Para Banham, este edificio anticipa la sensibilidad moderna que integrará técnica y emoción, racionalidad y arte.

En el Guaranty la estructura metálica y la piel de terracota se integran en un único sistema expresivo, donde cada elemento cumple una función tanto técnica como estética. Esta unidad refleja la culminación del principio sullivaniano de la forma como consecuencia natural de la función.

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A través de estas tres obras, la evolución de Sullivan puede entenderse como un tránsito de la masa a la estructura, de la decoración al ornamento orgánico, de la representación a la expresión. En el Auditorium Building, la forma aún dialoga con la tradición; en el Wainwright, la función dicta la forma; y en el Guaranty, la estética se convierte en la expresión simbólica de esa función.

Como resume Kenneth Frampton, “Sullivan estableció los fundamentos de una ética moderna de la arquitectura, en la cual la belleza surge de la verdad estructural y del propósito funcional” (1981) Historia crítica de la arquitectura moderna, p. 56. En este sentido, su obra no solo sienta las bases del rascacielos moderno, sino también de una concepción estética donde forma, función y belleza se integran en una totalidad orgánica inseparable, anticipando el espíritu de la modernidad del siglo XX.

Impresión litográfica original del edificio de garantía o prudential de Adler y Sullivan (en construcción, 15 de junio de 1895), ubicado en 28 Church Street, Buffalo, NY.

Imagen peatonal que muestra la escala del edificio

CONCLUSIÓN

Este recorrido muestra que la modernidad arquitectónica en Estados Unidos no apareció de manera repentina, sino que fue un proceso gradual, impulsado por los cambios industriales y urbanos. La ciudad de Chicago, tras el incendio de 1871, se convirtió en un lugar ideal para probar nuevos materiales, técnicas constructivas y tipos de edificios que transformaron la arquitectura de la época.

En este contexto, Louis Sullivan se destaca como la figura que dio coherencia teórica a estos avances. Su principio de “la forma sigue a la función” no debe entenderse como una regla estricta, sino como la búsqueda de una conexión natural entre la estructura del edificio, su uso y su expresión estética. En sus obras, la técnica se convierte en lenguaje y la función en símbolo, influyendo en arquitectos posteriores como Frank Lloyd Wright y en el pensamiento de los teóricos modernos europeos.

 

El estudio de sus edificios muestra que la arquitectura moderna no depende solo de la innovación técnica, sino también de la capacidad de dar significado cultural y poético a los materiales industriales. Así, el legado de Sullivan va más allá de su época: combina ciencia y arte y propone una arquitectura moderna que también es humana y significativa.

BIBLIOGRAFÍA

  • Carl W. Condit, "La escuela de arquitectura de Chicago" (1941)

  • Kenneth Frampton, "Historia critica de la arquitectura moderna" (1981)

  • Louis Sullivan, "The Tall Office Building Artistically Considered" (1896)

  • Luciano Patetta, "Historia de la arquitectura: antologia critica" (1990)

  • Reyner Banham, "Theory and Design in the First Machine Age" (1960)

  • Sigfried Giedion, "Espacio, tiempo y arquitectura" (1941)

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